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Colab/57-63
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 Colaboración nº. 63. Febrero 2008

David, el rey pecador

Autor: Francisco Aguilar Piñal
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Cuando un mito (es decir, un engaño) tiene raíces religiosas, nada hay más difícil de desarraigar. Los altorrelieves de las fachadas de las catedrales españolas de Santo Domingo de la Calzada y Santiago de Compostela, primorosamente cincelados por artistas románicos en el siglo XIII, dan fe de una creencia mantenida durante más de un milenio, que venera a David como el rey ejemplar de Israel, tocador de la cítara y autor de los salmos bíblicos, no sólo entre su pueblo judío, sino con la importancia suficiente para ser presentado públicamente en los pórticos de las iglesias cristianas. Hay sabemos que ni los salmos (al menos en su mayoría) son suyos ni su vida fue tan ejemplar como nos quieren hacer creer los creyentes en el dios del Antiguo Testamento. Dos arqueólogos judíos, Israel Finkelstein, catedrático en la universidad de Tel Aviv, y Neil Asher Silberman,  del Center for Archeology de Bélgica, autores de La Biblia desenterrada, han publicado recientemente otro libro fundamental: David y Salomón. En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental (2007), donde se precisa cómo evolucionó la leyenda de estos reyes judíos, y cómo esta leyenda configuró la historia. Anteriormente, Jonathan Kirsch había publicado en español otro estudio desmitificador: David. La verdadera historia del rey de Israel (2002), en el que ya aparecía a grandes rasgos la personalidad del rey-pastor: violento, sanguinario, manipulador, falto de escrúpulos. David ya no es la imagen idealizada en un contexto religioso, sino una persona de carne y hueso, con grandes pecados sobre sus espaldas. Ni la Iglesia Católica se atrevió a santificarlo.

 Pero la leyenda bíblica sigue todavía con buena salud. A ello no sólo han contribuido los artistas de la gubia (recordemos a Miguel Ángel) y del pincel (Pussin), los asombrosos colores de las vidrieras góticas, que pasaron a la historia como “la Biblia de los pobres”, ni  las miles de ediciones de la Biblia que inundaron las bibliotecas de Occidente. Además del papel, el celuloide contribuyó no poco a la exaltación de los grandes protagonistas del Antiguo y del nuevo Testamento. El personaje del rey David, intocable para el fanatismo judío, fue encarnado en la pantalla por actores de relieve, como Gregory Peck, Jeff Chandler, Timothy Buttoms y Richard Gere, que llevaron su distorsionada figura a la mente de millones de espectadores. Para un conocido comentarista, creyente por supuesto, el rey David es “piadoso, poeta excepcional y uno de los personajes más sugestivos de la historia universal, epítome de todas las virtudes que adornarían a los israelíes en los milenios venideros”. No se pueden decir más necedades, ni  más mentiras en menos palabras. Para los que creen en un Cristo mesiánico, de la dinastía de David, la respuesta más documentada y demoledora, profecía por profecía, se puede encontrar en el más reciente libro de MiltonAsh, Jesús, el falso Mesías (2008).

 Fuera de los relatos bíblicos, no se sabe prácticamente nada del rey David, cuya misma  existencia ha sido puesta en duda, aunque en el primer libro de las Crónicas se dice, interesadamente, que “la fama de David se extendió por todas las regiones, pues Yahvé le hizo temible a todas las naciones” (14, 17). Parece que se han perdido algunos libros sagrados que lo confirmaban: “Los hechos del rey David están escritos en la historia del vidente Samuel, en la Historia del profeta Natán y en la historia del vidente Gad” (I Cro 2, 29-30), ninguno de los cuales se conocen. Pero lo que sí conocemos por la Biblia es suficiente para señalar a David como un “sádico asesino genocida, malvado, inmisericorde e hipócrita”. Estos adjetivos no son míos, sino que pertenecen a los comentarios que aparecen en el tomo II de la obra La Biblia ante la Biblia, la Historia, la ciencia y la mitología, publicado en 2006 por   MiltonAsh, quien continúa con meticulosidad en el tomo III (2007) sacando a luz las incongruencias, las contradicciones  y sobre todo la extrema crueldad de esta “novela del pueblo judío”, como titulé uno de mis artículos sobre la Biblia, cuyas páginas destilan sangre de víctimas inocentes. El autor agrega este párrafo que no necesita comentario: “David, el más grande antepasado del Mesías cristiano, tiene el dudoso honor de ocupar un lugar preferente entre los más grandes sádicos y asesinos de todos los que pueden encontrarse en la Biblia, tanto que hasta Moisés y Josué, otros dos criminales, se darían vergüenza de hacerse una foto con él”.

 En efecto, no hay más que acudir a la Biblia para comprobar la veracidad de estas afirmaciones. Como se puede ver en I Sam 27, antes de convertirse en rey vivió de la rapiña y el botín que obtenía de saquear a sus víctimas; y después de suceder al desobediente Saúl, cumplió todas las órdenes de exterminio dictadas por Yahvé: conquistó la fortaleza de Sión, derrotó y aniquiló a filisteos, moabitas, amonitas, arameos, edomitas y cuantos “ocupaban” la  tierra supuestamente destinada por Yahvé a los israelitas. Porque, como confesó, siguiendo estas órdenes, “persigo a mis enemigos hasta exterminarlos” (II Sam 22). A los habitantes de Rabbat “los sacó fuera y mandó que unos fuesen aserrados, haciendo pasar sobre otros trillos forrados con puntas de hierro, y despedazarlos con cuchillos” (II Sam 12, 26-31). En otro lugar: “David saqueaba estas tierras, sin dejar con vida ni a hombres ni a mujeres, y se apoderaba de las ovejas y bueyes, asnos, camellos y vestidos” (I Sam 27, 8).

 La popular historia del pastor David cortando la cabeza del gigante Goliat no parece cierta a los estudiosos, que la toman como una fabulación para aumentar la gloria de David. Pero sí lo son, cotejadas con la historia,  las anécdotas sobre su vida guerrera o sexual. Todo relatado en los dos libros de Samuel, en los Salmos, en Crónicas y en Reyes. La conocida como Biblia de Jerusalén arguye, con toda naturalidad, que la invasión de un territorio ocupado y la masacre de sus habitantes es legítima porque responde a una orden divina. David tenía treinta años cuando subió al trono (1010 a C.), y reinó durante cuarenta años, en los cuales no tuvo tregua para los enemigos. En I Sam, 28 se narra cómo David, para obtener como esposa a Mical, la hija del rey Saúl, salió con su tropa a matar a doscientos filisteos, con la sola intención de rebanarles el prepucio, que fue la condición para la boda, a la que no fue fiel, porque tuvo once hijos de otras esposas y múltiples concubinas (II Sam 5). Pero esto no obsta para que fuera bisexual, puesto que amaba sobre todas a Jonatán: “Tu amor fue para mí más delicioso que el amor de las mujeres” (II Sam 2,26). Enamorado de Betsabé, ordenó que su marido Urías fuera enviado a primera línea de combate, donde finalmente murió, dejándole el campo libre para poseer a Betsabé, que fue la madre de Salomón, hijo del adulterio y usurpador del reino de Israel, que le correspondía al primogénito, Adonías. David infringió la ley de Yahvé, que condenaba a muerte a los adúlteros, pero en este caso le perdonó, “y el Señor estaba con él” (II Sam 12).

Ciertamente, la moral puede variar con las épocas y las sociedades, pero hay una ética universal a la que no parecen seguir estos héroes bíblicos, aunque repugnan tanto hoy como ayer. David es un modelo de hipocresía, rezando a su dios mientras comete los más horrendos crímenes. Es un pecador, que mata para conseguir sus deseos sexuales, que tortura sin misericordia, despreciando vidas y haciendas. Pero, según los salmos, él no se siente culpable de nada: “mi boca no ha pecado como hacen los hombres…por los caminos de tu ley he guardado mis pasos, de tus senderos no se han ido mis pies” (Salm 17, 3-5). “No lleves mi alma con los pecadores, ni mi vida con la de los hombres sanguinarios, estos que tienen las manos llenas de crímenes” (Salm 26, 9). Como buen criminal, era además hipócrita y mentiroso, el polo opuesto de la ejemplaridad que debe adornar a todo monarca, sobre todo cuando cree que ha asido investido por la divinidad.

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Colaboración nº. 62. Octubre 2007

Ese inexistente Dios

Autor: Cristian Otero Pérez
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Durante toda la  historia del hombre siempre estuvieron llenos de creencias, religiones politeístas como también monoteístas, de esta última elegiremos a la religión cristiana y a ese único dios de quien tanto hablan, de ese dios perfecto, creador, infinitamente bueno, misericordioso, omnipotente y omnipresente, ese dios del cual uno escucha desde pequeño.

La intención de este ensayo, es hacerte dudar de  aquella creencia, basándome en las afirmaciones que siempre he escuchado de esta religión, sus contradicciones y la improbabilidad de su dios

 

UN DIOS IMPERFECTO NO ES DIOS

 Empecemos con lo más  elemental que es que,  ese dios es perfecto  que creo todo en este mundo lo creo en 6 días creó la naturaleza, animales, y al ser humano, todo esto hecho con su omnipotencia y perfección,  les pregunto entonces, si dios es perfecto ¿porque el hombre es  imperfecto si ese dios creo al ser humano como su imagen?,  si bien “lo perfecto no puede crear algo imperfecto”,  creo y puedo asegurarte que no tienes defensa de  aquello, pero aun así continuare adelante, con otra de las características fundadas en tu, ahora, inexistente  dios.

  

DIOS CASTIGA, NO ES BUENO

 Se dice que el dios cristiano es infinitamente bueno, él es compasivo, es aquel  que te perdona los pecados, en fin, “dios es amor”. Siento desilusionarlos, siento que en ese punto están muy equivocados, porque aquel  dios no puede ser infinitamente bueno, ya que él te juzga, él es quien te enviará al infierno si no te portas bien, y ustedes bien saben que si van al infierno, van a sufrir, En este punto no he hecho de una opinión personal; todo esto lo he escuchado de las mismas voces de los curas y personas  de creencia católica, y sólo me queda plantearle la siguiente pregunta  ¿si “dios es amor”, porque te haría sufrir? Si como dicho anteriormente él es tu creador y te creó a imagen de él  ¿por qué te debe destruir? Hablo aquí del bien conocido Apocalipsis donde todos los hombres “pecadores”  se mataran entre ellos, pero tengo un duda dice en alguna parte de la Biblia “hagase en mi la  voluntad de dios” ¿quiere decir entonces que dios controla tus  actos? De esta pregunta nos dirigiremos al siguiente punto.
 

 DIOS EL CREADOR DE TUS PECADOS

 Como se  dijo en la frase anteriormente nombrada, dios es quien controla tus actos, entonces si tú cometes pecados es ¿porque dios te dice que los cometas? Tú te conviertes en un muñeco o títere de  tu dios, entonces lamentablemente no te  puedes  sentir libre jamás, tu dios aquí es el dictador quien desea que tu hagas eso y nada más, pero igualmente te ayudan a ser sumisos a dios,  gracias  al miedo, miedo a que aquel dios, que en este minuto ya no es infinitamente bueno ni justo, te castigue al no seguir su religión, eso lo intentan corroborar los “enviados o escogidos por dios”, de los cuales hablare mas  adelante, “si no sigues esta religión eres pecador, y te enviaran al infierno” haciendo que la persona sienta miedo y ni siquiera piense en poner en  duda sus creencias.

 

 DIOS  NO ES OMNIPOTENTE NI OMNIPRESENTE

 Ésta es  una característica principal: hablar de un supuesto dios, dios esta en todos lados, dios controla todo, ese dios puede hacer y deshacer todo cuanto le plazca, te controla tanto a ti como a la naturaleza. En fin,  todo  lo supuestamente creado por él, con esa afirmación les are  nuevamente un pregunta ¿el es quien crea los terremotos, inundaciones, y matanzas?  Esta pregunta se puede contestar fácilmente, al leer en una Biblia,  en la parte  del diluvio universal, dios ahogo a los pecadores,  y también a casi todos los animales existentes, y solo salvo a Noé con su familia y una pareja de animales de cada especie, ¿y que pasó con el resto de personas? Simplemente murieron, fueron a asesinados por dios, porque bien se sabe que dios es  quien decide tu nacimiento y muerte, y como se dijo anteriormente, dios ya no es infinitamente bueno ni justo, porque si lo fuera utilizaría todo su poder para que el mundo viviera bajo sus bases, base de amor, respeto, unidad, amor  y varias  cosas más, ¿no crees? Pero lamentablemente puedo decirte con seguridad que no es omnipotente, y para que decir de su omnipresencia, si dios está en todos lados, ¿que hace él por ustedes?,  si el te esta mirando y guiando tus pasos, él supuestamente te ayuda, ¿Por qué sufres?  Y si sufres ¿como puedes seguir creyendo en él? Simplemente porque nadie te ha  echo dudar, y si dios es tan poderoso porque no me  ha matado por  “pecador”  porque tu dios no es omnisciente ni mucho menos es  omnipotente entonces no puede ser un dios, y por ende no existe.

En este ensayo ya hemos atacado al dios cristiano, solo utilizando sus rasgos mas principales, suministrándoles pruebas de  su improbabilidad de existir, como  también sus contradicciones, ahora continuare poniendo en duda su existencia basándonos en las acciones que se hacen en su nombre

 

MENTIRAS DE SUS ORADORES

 Se supone que estas personas son aquellas las cuales hablan sobre la palabra de su dios, igualmente deberían ser aquel ejemplo de esas predicas, ¿pero  lo son? No, bien sabemos que ellos platican pero no practican, un ejemplo claro de esto está cuando ellos te hablan de pobreza, de humildad pero ¿ellos son pobres son humildes? No, no ves que andan  con grandes camionetas, viven en casas no modestas, ¿pero de dónde sacan dinero?  ¿Acaso tu dios les tira cheques o les deposita en sus cuentas corrientes? No cierto, ellos te roban, digo roban porque se supone cuando das la limosna es para los pobres, o eso te hacen creer, pero no!!  Ellos se dejan ese dinero para su beneficio, ahí ya contradicen netamente a las leyes de su dios,  no robar, no mentir, no usar  su nombre en vano entonces si ni ellos mismos pueden seguir la “ordenes de dios”, es decir te mienten entonces, ¿cómo tú puedes creerles que dios existe?,

 

SEPARADOS POR UN DIOS

    En esta sociedad existen muchas creencias en varios  dioses, durante la historia hemos visto, escuchado o leído, sobre las guerras, matanzas en honor a dios, regresando a los puntos, ¿Por qué ese dios no quiso detener  nada de eso? Porque simplemente no podía o no quería, cualquiera que  fuera la razón, me estaría afirmando que no existe, dios busca el amor entre las personas, pero entonces porque las religiones se encierran en sus  sectas, donde solo debe existir gente de la misma creencia, cuando hablo de  sectas hablo de instituciones, colegios regidas por la religión,  bien, sé el caso de aquello al estar en un colegio cristiano y el ser expulsado de él, por sólo no seguir su creencia, eso me hizo entender que las  religiones estarían sirviendo para discriminar a la demás gente que no siga o no crea en su dios, como es la separación en Jerusalén, donde hay un lado de judíos y otro de musulmanes, dos religiones situadas en  un mismo lugar, pero odiadas entre si, porque  aunque sus dioses sean algo  parecido,  buscan simplemente la superioridad  del otro, entonces ya no hay un único dios entonces como dice una frase: La multiplicidad de los dioses atestigua que no existe ninguno,

 

OBLIGADOS A CREER

 Cuando uno es aún un bebé a muchos los bautizan y con aquello ya están dentro de una religión sin antes  haber elegido mas tarde. Cuando  se es niño te enseñan a creer  en  un único dios, obviamente en el dios las religiones de sus padres, les meten miedo con las penas del infierno, y como el niño aún es incrédulo se convence de todo aquello, y para que  aquella mentira siga siendo mas grande aún, colocan al niño en alguna institución de su religión, donde se termina convenciendo de todo, o mejor decir te obligan a convencerte o si no serás expulsado, te dirán tus padres y profesores que debes ir  cada domingo  a la iglesia, ¿pero si dios está en todos lados? ¿Por qué debes ir a un lugar especifico? Porque allí te harán más fuerte tu creencia, y así mismo tu sumisión a tu religión y dios, también hay un sistema de persuasión que  es bien efectivo, hablo  aquí de las fiestas cristianas, Navidad, Pascua resurrección y los santos, donde se utiliza lo material  como técnica de convencimiento. Te están comprando entonces para creer, y si te convences de todo esto ya no queda espacio para  tu opinión personal, repetirás todo lo que dicen, total no conoces nada más que aquella creencia, ¿ por qué no puedes creer en nada más? ¿Por qué no creer en el viento o en la lluvia? Porque te mentalizaron así, porque así mentalizaron  a tus padres, a tus abuelos etcétera. Tu sólo serás  una nueva copia de tu familia

 

EN RESUMEN…

 Dios es simplemente una obra de la imaginación del ser humano, para explicar lo  que era inexplicable, pero a medida de que el tiempo ha avanzado, la ciencia y la lógica le ha ganado a esa creencia, pero esta creencia ha instaurado mucho más  que esperanza y acogida que era lo fundamental en el principio, la creencia en este dios cristiano  ha expuesto al ser humano a una  sumisión, a un miedo al castigo, ha hecho estallar guerras, matanzas y vejámenes a su honor, igualmente ha desprestigiado, burlado, discriminado y se ha sentido  superior a las demás creencias, dejando a la persona incapaz de gozar de su libertad de conciencia, ya son miles de años de lo mismo.

Yo a lo largo de este ensayo he querido dejar en claro que es improbable que ese dios exista, también que tu religión te engaña para su beneficio, si he conseguido mi objetivo expuesto en el comienzo solo me  queda dejarle esta ultima pregunta:  ¿ no crees que ya es hora de dejar de seguir  en religiones mitológicas , y empezar a creer en lo que es real, en  las personas de tu alrededor, en el mundo?

  Buenas noches y que  su dios inexistente los bendiga.

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Colaboración nº. 61. Abril 2007

La maldad suprema

Autor: Francisco Aguilar Piñal
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Los biólogos se pasan los años buscando el origen de la vida. Los sociólogos –y no los teólogos, contra lo que pudiera parecer- lo hacen buscando, entre otras cosas, el origen de las religiones. O mejor, del sentimiento religioso. Lo que significa bucear en las oscuras profundidades de la conciencia humana. Y no resulta empresa fácil para quienes no son capaces de desprenderse de la costra ideológica que les paraliza desde la infancia, en uno u otro sentido. ¡Qué difícil es ser neutral en la batalla incruenta de las ideas adquiridas contra las heredadas!

   Por ejemplo, la idea de un Dios bondadoso, creador y providente, que ama y cuida a los humanos. Idea nefasta, que no se corresponde con la realidad, como vemos a diario. Los descubrimientos arqueológicos de la prehistoria han sacado a la luz los vestigios del primitivo acercamiento a la divinidad –a las divinidades- como sencillos ídolos o dioses, en forma de tablillas grabadas en placas de pizarra o monolitos de alabastro con groseras indicaciones antropomorfas. Eran los dioses protectores de tribus, clanes o familias, todos benéficos, pero imaginados, como es lógico pensar, en una conciencia emergente en la cual no había más que una religiosidad individual o tribal.

   La formación de las primeras ciudades y civilizaciones multitudinarias obligó a los rectores sociales a presentar al pueblo una imagen divina algo diferente. Los animales pasaron a representar el tótem, animado y con poderes sobrenaturales, como en Egipto. El ultramundo pasó a estar gobernado por dioses de la más variada catadura, quizás con un denominador común: su poder sobre los humanos, administrado en su nombre por el mandatario, rey o faraón, que cubría su indigencia y miseria, común a todos .los mortales, con el manto de esa supuesta divinidad, fuese un astro como el sol, un animal como el halcón o la vaca sagrada, es decir, con una realidad “visible” a lo súbditos.

   El gran cambio en el pensamiento mágico ocurrió cuando un pueblo, el hebreo (los hibiru de Egipto) vio la necesidad de adorar a un dios “invisible” como única forma de unir a todos los suyos para apoderarse de unas tierras ya ocupadas y formar una gran nación. Como no había otra manera de conseguirlo que la guerra y la sangre, “alguien” tuvo la ocurrencia de tratarlos como “pueblo elegido” por un dios único y todopoderoso, no visible a los sentidos pero muy presente en la palabra de los visionarios profetas, al que debían adorar y temer, sobre todo temer. La historia antigua del pueblo hebreo, después de Israel y de Judá, fue conservada en cientos de textos sobre papiros egipcios, escritos por muy diversas personas durante casi mil años en las tierras conquistadas – la tierra prometida de Canaán- o en el destierro de Babilonia. Los hebreos entraron, supuestamente, en Palestina en el siglo XIII a.C., y se calculan alrededor de tres siglos entre la salida de Egipto y la construcción del templo de Jerusalén.

   No importan aquí los detalles. Sí es preciso, sin embargo, tener presentes dos características de ese dios único, origen de las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo, islamismo. La primera es su pretendida existencia inmaterial, irreal, invisible (hecho que contradicen otros pasajes en los que es visto por algunos), de la que sólo se tiene noticia por las "visiones" de los profetas, como queda recogido en el salmo 89, v.20: "Hablaste a tus amigos en visión". Este y otros pasajes son propuestos por los exegetas como revelación, es decir, palabras del dios supremo "reveladas" a los devotos hebreos durante el sueño (aunque alguna vez estaban despiertos). Es decir, las personas que “hablaron” con Dios eran unos visionarios, que imaginaban recibir exhortaciones, consejos y mandamientos del Creador, en sus místicas ensoñaciones, con la orden de divulgarlos después al pueblo “elegido”. En otras palabras: los profetas “imaginaron” a Yahvéh, quizás con la buenísima intención de tener sometido al pueblo hebreo durante el largo éxodo por tierras de Palestina. Pero lo consiguieron con el miedo a ese dios escondido en los cielos (o habitando en el monte Sión, como dicen las textos bíblicos) que provocaban esas “revelaciones”. Porque Jahvéh es el dios del terror, iracundo y colérico, “más temible que todos los dioses”, como se canta en el salmo 136 (Con lo cual se concede que había múltiples dioses).

   A pesar de cuanto se ha transmitido de generación en generación en la educación religiosa de los pueblos monoteístas, el amor y la misericordia de ese dios resulta muy sospechosa. Quien se interese por la verdad, debe coger en sus manos el conjunto de libros sagrados del pueblo hebreo, que conocemos como Biblia, y leer “todos” los pasajes, no sólo los seleccionados en la liturgia. Así, encontraremos que es el mismo dios que maldice a los que no le obedecen, a quienes condena a comer la carne de sus hijos (Lv 26, 14-39), que ordena apedrear a las jóvenes que no puedan demostrar su virginidad (Dt 22, 13-21), que exhorta a los israelitas de exterminar sin piedad a los cananeos y demás tribus que impiden la instalación en la tierra prometida (Dt 2,16; 20,10), que comete el mayor genocidio de la historia de la humanidad, eliminando a los humanos, exceptuando a ocho personas y a todos los animales, a perecer ahogados por el diluvio (Gn 7, 21-24), que destruye a Sodoma y Gomorra, con todos sus habitantes, por medio de un fuego de azufre, castigados por una ley que todavía no había sido dada a nadie (Gn 19, 17-26), que bendice la esclavitud y la poligamia ((Ex 21), que ordena la muerte para los adúlteros y homosexuales (Lv 20, 10), que desprecia a la mujer, la cual depende en todo del hombre y es un botín más para consuelo del guerrero vencedor (Gn 3, 16).

   La guerra santa, contra lo que muchos creen, no es privativa de los musulmanes. Muchos siglos hace, fue puesta en práctica por Josué, siguiendo las órdenes de Jahvéh:  “Pasaron a cuchillo a todo ser humano hasta acabar con todos. No dejaron a ninguno con vida. Tal como Yahvéh había ordenado a su siervo Moisés, éste se lo había ordenado a Josué, y éste lo ejecutó” (Jos 11,14). También por su orden, Moisés ejecuta a las mujeres y niños de los vencidos, dejando con vida a las jóvenes vírgenes para placer de su ejército, el ejército del Señor. La orden de Yahvéh es terminante al comenzar la conquista de la tierra prometida: nada de supervivientes, todos deben ser eliminados, hombres, mujeres y niños, sin piedad porque son los enemigos de Dios y de su pueblo (Dt 2, 16-36). La toma de Jericó es un buen ejemplo de esa maldad, que la Biblia de Jerusalén justifica como “acto religioso, una ordenanza de la guerra santa, consecuencia de una orden divina”. La orden iba más allá de la destrucción de la ciudad: Yahvéh maldice a quien se atreva a reconstruirla, castigando con la muerte al mayor y al menor de sus hijos (Jos 6,26): los hijos pagarán la culpa de los padres; la maldad suprema. Lo más sorprendente es que en la época de Josué, Jericó estaba en ruinas. ¿Fue la masacre de Jericó un invento para aterrorizar a los creyentes en el dios único?

   Por lo visto, Yahvéh sólo colmaba su cólera con la muerte del desobediente (Jos 7,12). Sin misericordia, Josué apresó al (supuesto) traidor Acán, apedreándolo y quemándolo en la hoguera con toda su familia. El relato finaliza, con mano insensible: “Así Yahvéh calma el furor de su cólera” (Jos 7, 25). Como dice el salmista, Yahvéh reserva su bondad “para los que le temen” (Sal 31, 20). El dios de amor, sabiduría y misericordia, se irrita con facilidad y exigen una sumisión completa por el terror: “Servid a Yahvéh con temor,/ con temblor besad sus pies;/ no se irrite y perezcáis en el camino,/ pues su cólera se inflama de repente” (Sal 2, 12). Y en otro lugar: “¿Quién puede resistir, tú el terrible/ ante tu faz, bajo el golpe de tu ira?” (Sal 6,8). Estas afirmaciones, más propias de un rey humano, llenan las páginas de la Biblia, que no es un libro de acercamiento amoroso a las criaturas, sino de temeroso alejamiento de la cólera divina: “Por tu terror tiembla mi carne/ de tus juicios tengo miedo” (Sal 119, 120). Pocas veces se habla de amor, de perdón, de misericordia. Al contrario, casi todo en los libros del Antiguo Testamento está impregnado de odio hacia los enemigos, que siempre son de carne y hueso, a los que hay que matar y destruir para conquistar la tierra otorgada por Yahvéh. En realidad por Moisés, Josué y sus sucesores, como el malvado rey David, que hacía algo más que cantar con el arpa, como comprar a su esposa, Micol, por cien prepucios de filisteos (II Sam 3,14) o procurar la muerte de Urías, jefe de su guardia, para saciar su lujuria con Betsabé, su esposa (I Sam, 11, 15). Los dos libros de Samuel son un recordatorio de las atrocidades de David. En el primero, “David saqueaba estas tierras, sin dejar con vida ni a hombres ni a mujeres, y se apoderaba de ovejas, de ganado vacuno” (I Sam 27, 8-11). En el segundo (II Sam 21, 19) se prueba que David no mató a Goliat, muerte que le fue atribuida más tarde para dar gloria a su nombre.

   Todas estas reflexiones me han venido a la mente mientras iba leyendo el “análisis de la Biblia cristiana” que, bajo el título de La Biblia ante la Biblia, la Historia, la ciencia y la mitología, publica un español concienzudo y meticuloso escudriñador de estos libros sagrados, que anota y comenta con sensatez, oculto bajo el seudónimo de MiltonAsh. El tomo II, de los VII programados, ha aparecido en enero de este año 2007 en la editorial Visionnet y recomiendo vivamente su lectura, que es una colección de notas y comentarios de la mayor actualidad sobre la Biblia, superando con mucho la supuesta imparcialidad de los exegetas cristianos, que carecen de libertad en sus comentarios, porque han de someter su razón a los dictados de la fe. La maldad suprema no está, pues, en Yahveh, como se podría pensar, dado su “comportamiento” bíblico, sino en esas personas devotas, visionarias, líderes de un pueblo esclavizado, que “se inventaron” a ese dios terrorífico, codicioso, celoso de su poder y de su gloria, para mantener sometido en un mismo “proyecto social y político” a todas las tribus de la Casa de Israel. Conquistar unas tierras ocupadas supone siempre un riego abundante de sangre, injusticias, tropelías y sufrimientos sin fin. Por eso, la mejor forma de tapar tanta maldad es crear un ser supremo que las bendiga y autorice. Quienes “imaginaron” a ese dios supremo, lo “inventaron” y “crearon” en sus sueños visionarios de la única forma posible para conseguir el propósito de conquista: la obediencia debida a ese ser divino. Pero la maldad se multiplicó por todas las tierras y por todos los tiempos. Porque, lo que pudo ser una estrategia para mantener la unidad de un pueblo, se convirtió, siglos más tarde, en una eclosión de nuevas creencias religiosas, creyentes en ese dios único, que seguirían sembrando de sangre las tierras más alejadas de este maravilloso planeta.

Francisco Aguilar Piñal, filólogo español 

fap1931@telefonica.net

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Colaboración nº. 60...

 

Por arreglar
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 Colaboración nº. 59. Mayo 2006

Los espíritus en el Antiguo Testamento

Autor: Francisco Aguilar Piñal
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Yahvéh, el dios bíblico, interviene continuamente en la vida del pueblo hebreo. Siendo responsable de toda criatura, se desentiende de cualquiera otra raza, pueblo o civilización que no fuese la “elegida”, es decir, los protagonistas de esta historia. Desde una visión universal del hombre como especie, el escriba que recibe la supuesta  revelación no se ocupa de chinos, africanos, europeos (mucho menos de americanos o australianos, aún por descubrir) sino que para él –es decir, para su Dios parlante- no existe más población humana digna de ese nombre que el reducido grupo hebreo, al que destina, como quien puede repartir las tierras a su gusto, un pequeño trozo del Oriente Medio.  Las “revelaciones” se suceden para orientar los pasos, no siempre fieles, de ese pueblo amado. Ocultando siempre su “rostro”, ordena a Moisés la reconstrucción de las tablas de la ley  (Ex 34:1), responde a quienes le invocan (Sal.119) y está en contacto preferente con los profetas (Ez 38). El santo Job reconoce que oye voces en las pesadillas nocturnas, en unos versículos de gran belleza poética: “En las pesadillas por las visiones de la noche, cuando a los hombres el letargo invade, un temblor me entró, un escalofrío que estremeció todos mis huesos…Se escurre un soplo por mi rostro, eriza los pelos de mi carne. Alguien surge…no puedo reconocer su cara; una imagen delante de mis ojos. Silencio. Después oigo una voz: ¿Es justo ante Dios algún mortal? ¿Ante su Hacedor es puro un hombre?” (Jb 4:13-17). ¡Qué gran imaginación poética la de quienes contribuyeron a la fijación de tantas leyendas religiosas que, durante siglos, han constituido el alimento espiritual de millones personas, admirables en su credulidad!

El libro sagrado de tres religiones, conocido como Antiguo Testamento, escrito en varios textos a lo largo de mil años, es, fundamentalmente, la historia novelada del pueblo hebreo desde su salida de Egipto en el Imperio Medio, relatada en el libro del Éxodo (Ex. 1:11) entre los años 1250 y 1230 antes de nuestra era hasta el fin del reino de Judá (587 a.C.). Es la historia del autonominado “pueblo elegido”, sometido a los crueles caprichos de un dios inventado, Yahvéh, que le ofrece conducirlo a una “tierra prometida” con la irrenunciable condición de una absoluta obediencia y veneración como único dios. Pero es también la historia fabulada de la creación del hombre (Gén. 1:1-2:3) basada en recuerdos míticos, sin más apoyo real que la tradición y las alucinaciones de patriarcas y profetas. El creacionismo es una doctrina que cuenta con millones de adeptos, incluso en la actualidad, a pesar de los avances científicos que demuestran lo contrario. Pero la ciencia, paso a paso, va desmontando las creencias en seres sobrenaturales, cada vez menos necesarios para explicar el misterio de la existencia.

Los textos bíblicos anteriores al cristianismo están plagados de otros “espíritus” inmateriales, como los ángeles o mensajeros entre el hombre y la divinidad, que es el Espíritu por excelencia,  atributo divino (Sal.139:7; Zac 4:6) del dios Yahvéh, creador omnipotente (Gén.6:3; Is 11:2 y 61:1), que anima con su aliento todo lo viviente (Gén 7:22) porque la vida comienza con el hálito vital del dios creador: “envías tu soplo y son creados” (Sal 104, 30).  El espíritu vivificador que anima los cuerpos humanos  es el “aliento” de Yahvéh (Gén. 1:2; 2:7;6-3) que le puede ser retirado, como le ocurrió a Sansón, que ignoraba que Yahvéh “se había apartado de él” (Jue 16:20) y que comparte con los animales, como se evidencia en el episodio del diluvio universal: “Todo cuanto respira hálito vital, todo cuanto existe en tierra firme murió” (Gén 7:22). Es, por tanto, un “aliento divino” que da fuerza para actuar, salido de la boca de Yahvéh (Gén. 3:8; Éx 10:13-19), que puede ser individual, ya que el hombre vive “mientras el aliento de Dios está en su nariz” (Job 27:3) pero también colectivo, porque ese aliento, hálito o soplo “está en medio del pueblo de Dios” (Is 63:11).

En el Antiguo Testamento se va forjando, siglo tras siglo, la imagen de un Dios único, de nombre Yahvéh,  primero antropomorfo, que después se transforma en un ser inmaterial y eterno. Los primeros libros sagrados hablan del rostro de Yahvéh (Gén. 33:10), de su nariz (Éx 15:8), de su boca (Sal 33:6), de su brazo (Is 40:10), de su mano (Éx 9:3; Dt 2:15) y de su aliento o fuerza vital, que actúa sobre la naturaleza: es el “espíritu” o la “fuerza” de Yahvéh. Resulta clarificador que los textos más antiguos no atribuyen al espíritu de Dios más que acciones físicas, nunca morales. Con el profeta Isaías ya ese espíritu divino actúa sobre el comportamiento humano: otorga “espíritu de juicio al que se siente en el tribunal y energía para los que rechazan a los que atacan” (Is. 28:6); gracias a ese espíritu “reposará en la estepa la equidad y la justicia morará en el vergel” (Is.32-15). A los profetas del Señor, que han recibido su espíritu, “se les llamará robles de justicia, plantación de Yahvéh para manifestar su gloria” (Is.61:3). El profeta Ezequiel pone en boca de Yahvéh palabras de consuelo espiritual: “Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados…Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo” (Ez  36:25-26). En el judaísmo posterior el precioso libro griego de la Sabiduría, escrito en el siglo I a.C., describe el espíritu (pneuma) como inmaterial, inteligente, eterno, que todo lo penetra: es el elogio de la sabiduría “reflejo de la luz eterna” (Sab  7:22-28), que “ama al hombre, pero no deja sin castigo los labios del blasfemo…porque el espíritu del Señor llena la tierra, y él, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra” (Sab 1:6-7). Los deseos divinos de moralizar la sociedad hebrea se van haciendo cada vez más expresos,  tanto por el temor del látigo (“El alma que pecare, ésa morirá”. Éx 18:4) como por la promesa de salvación, que depende sólo de Yahvéh: “Las almas de los justos están en las manos de Dios…pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos de sí” (Sab 3:1,5).

De la misma forma que ese hálito divino otorga la vida, si Yahvéh lo retira, el hombre vuelve al polvo: “Si él retirara hacia sí su espíritu, si hacia sí recogiera su soplo, al mismo tiempo expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería” (Job 34-14s) y el espíritu retorna a Dios: “vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios, que es quien lo dio”  (Ecl 12:7). El espíritu, que es la vida, abandona al hombre si desfallece pero puede volver a él cuando recupera las fuerzas, como le ocurrió a Sansón al beber de la fuente milagrosa: “bebió, recobró su espíritu y se reanimó” (Jue 15:19)  o al joven egipcio, que llegó desfallecido a las plantas del rey David: “cuando hubo comido recobró su espíritu” (1Sam 30:12). La equivalencia con “vida” es evidente.

Otras acepciones de la palabra “espíritu” recogidas en el Antiguo Testamento se alejan de esta consideración de hálito vital, ya que se puede renovar, a gusto del dios único, como en la nueva alianza comentada por el profeta Ezequiel: “yo les daré un espíritu nuevo” (Ez 11:19); “infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos” (Ez 36:26). O en el caso del pecador David, que le pide a Dios: ”un espíritu firme dentro de mí renueva…no retires de mí tu santo espíritu” (Sal 51:12). Si en los textos anteriores parece que el “espíritu” de Dios anula la libertad del hombre, en el libro de los Proverbios, Yahvéh se encarga de juzgar al hombre, ya que “pondera los espíritus” (Prov 16:2) y “pesa los corazones” (Prov 21:2). El espíritu bíblico, por tanto, no es sólo la energía vital, sino también el responsable de los actos y la sede de las emociones, sin coincidir exactamente con la idea posterior de “alma”. A menudo es sólo una impresión de ánimo, una cualidad emocional. Así, el profeta Oseas habla del “espíritu de prostitución” (Os 4:12 y 5:4), Zacarías del “espíritu de impureza” (Zac 13:2) y del “espíritu de gracia y oración” (Zac 12:10). Por su parte, el profeta Isaías alaba a Yahvéh por haber infundido en los faraones de Egipto “espíritu de vértigo, que hace dar tumbos a Egipto en todas sus empresas” (Is 19:14); y en Jerusalén el “espíritu de sopor” (Is 29:10);  aunque en ocasión más alegre, al tratar del descendiente del rey David (“un vástago del tronco de Jesé”) reposará sobre él “el espíritu de Yahvéh, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvéh” (Is 11:2).

El todopoderoso espíritu de Yahvéh es quien actúa sobre los suyos en toda circunstancia: se apodera de Sansón (Jue 13:25), de Gedeón, de Jefté,y de Saúl, quien entra en trance al sentir el “espíritu de Yahvéh”(1Sam 10:5-13). Unas veces de forma permanente, otras en razón de una misión particular, Así, descansa sobre Moisés (Núm. 11:17-25), se comunica con Josué (Núm. 27:18), viene sobre el rey David (1 Sam 16:13), sobre Elías y Eliseo (2 Re 2:9), reside en el corazón de los sabios, si lo suplican como Salomón: “supliqué y me vino el espíritu de sabiduría” (Sap 7:7). Todos los profetas incluidos en la Biblia reconocen haber recibido el espíritu de Yahvéh, que se vale de ellos para comunicar sus avisos y órdenes, como habla Isaías sobre el destino de Israel: “Y ahora el Señor Yahvéh me envía con su espíritu” (Is 48:16).

Puede decirse que las doctrinas pre-bíblicas sobre los “espíritus” son incorporadas por los autores del Antiguo Testamento, que escoge un dios –Yahvéh- entre los numerosos existentes en los pueblos vecinos y lo convierte en su único dios, cuyo espíritu fortalece o castiga, anima o condena a los inconstantes hebreos que caminan por el desierto hasta apoderarse de la tierra prometida. Incluso el Mesías anunciado por los profetas es imagen fiel de otros anteriores, todos nacidos de una madre virgen, como el dios egipcio Horus, que nació de la diosa Isis en una cueva un 25 de diciembre, y que tuvo doce discípulos, lo mismo que el dios Mitra, nacido también un 25 de diciembre de una virgen. Circunstancia que se repite con Buda, líder espiritual que nació de Maya, la joven codiciosa de su virginidad, y que realizó milagros comparables a los de Jesús de Nazareth, el anunciado Mesías de los profetas bíblicos.

Pero esta herencia de fe en seres invisibles no se concreta en una doctrina unívoca y fiable en el Libro sagrado de judíos, cristianos y musulmanes. Separados por decenas, incluso centenares de años, cada uno de sus autores expone la idea que tiene del “espíritu” divino, la cual no queda precisada hasta la aparición de los teólogos medievales, en cada una de las tres religiones: Yahvéh, Dios, Alá son tres caras de una misma visión de la espiritualidad, imaginada primero, elaborada cuidadosamente después, hasta llegar a nuestros días, cuando un papa católico –Benedicto XVI- retoma la definición de San Juan, tan alejada de la realidad: “Deus charitas est”. (En la actualidad  ¿dónde está ese Dios que es todo sentimiento amoroso y caridad voluntaria? ¿No parece, más bien, haber fracasado en su intento?) No hay límites para la humana fantasía, pero comete un dramático error cuando pretende sustentar la esperanza en la realidad de unos espíritus inexistentes, inventados para simbolizar el eterno deseo de supervivencia. Habrá que profundizar en las tesis elaboradas fundamentalmente por san Juan y san Pablo, y recogidas por los Santos Padres y teólogos modernos sobre la esencia espiritual de Dios, de los ángeles y del alma, partiendo de una invención transmitida, entre indefiniciones conceptuales, a través de los libros del Antiguo Testamento.

 

Francisco Aguilar Piñal 

fap1931@telefonica.net

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 Colaboración nº. 58. Octubre 2005

A Dios lo que es de Dios...

Autor: Carlos Armando De Castro Payares
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Antes de empezar quiero dejar claro que no soy cristiano y no creo que la Biblia es la palabra de Dios, de hecho soy lo que se llama panteísta-ateo. Sin embargo, voy a usar la Biblia como referencia para algunas cosas ya que los cristianos la consideran como la palabra de Dios: 
 
  Me disculparán los evangélicos, pero todavía no puedo salir del asombro que me produce la forma en la que unas cuantas personas tergiversan lo que dice la Biblia -que muchas personas consideran la Palabra de Dios- y hablan en el nombre de Dios únicamente con el fin de atraer y convencer a la mayor cantidad de personas posible para que les den grandes cantidades de dinero y sacar provecho económico, lo cual es simple y llanamente estafa y robo. 
  
  Escribo lo anterior porque el día Domingo 24 de Abril de 2005 más o menos a las 10:30H, es decir, el día inmediatamente anterior al cual escribo esto, estaba viendo y escuchando en el programa de televisión Telelluvia del Cielo el cual era presentado en el canal de televisión CanaánTV de Barranquilla, a un predicador que contó la historia de otro predicador en Venezuela, el cual en cierta ocasión hizo que un sujeto le pagara la cantidad de US$20000 para que pudiera hablar con él, únicamente para que el predicador le dijera tres frases que supuestamente provenían de Dios y que cualquiera con un poco de sentido común le hubiera dicho. 
 
  Esperaba que el predicador criticara ese gesto de alguien que supuestamente era enviado por Dios, pero ¡oh sorpresa!, el que hablaba por la televisión lo felicitó por su actuación y criticó a la gran mayoría de los cristianos diciendo que los cristianos de ahora se han vuelto baratos y que ahora quieren oír la Palabra de Dios y recibir las bendiciones sin dar mucho dinero. Dijo -palabras textuales- que ahora lo que hay es cristianos de 99 centavos y que debería haber más cristianos dispuestos a dar US$20000 por escuchar la predicación. 
 
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 Cristianos, recuerden las palabras de Jesús: Dad a Dios lo que es de Dios...
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  El predicador también dijo que a Dios -es decir, a la iglesia = pastor, claro está- no le interesa recibir unas cuantas monedas, sino que hay que dar de a montones, que a Dios hay que darle billetes porque merece lo máximo que se le puede dar. Luego, dijo que a Dios no le interesa el dinero, que Dios no sabe qué es el dinero, que Dios únicamente sabe de las semillas que uno siembra en la tierra -para quien tenga malicia, el predicador en ese momento hace una analogía dinero = semilla para enredar más a los televidentes- y entonces que uno debe tratar de sembrar todas las semillas que pueda, claramente para quienes entiendan, una llamada más a dar más dinero. También se dijo en ese programa más o menos entre líneas, que para recibir las bendiciones de Dios hay que dar dinero. 
  
  El predicador se encontraba leyendo unos versículos del libro de Samuel que -ojo- sólo hablan de la coronación de Saúl como primer rey de Israel, pero sacando conclusiones ventajosas que nada tenían que ver con el texto en cuestión e invitando a consignar dinero en los números de cuentas que aparecían en pantalla o a llamar a los números de teléfono a ofrecer dinero a cambio de oraciones y bendiciones para la familia de quien llamara a consignar. 
  
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 "¿Desde cuándo hay que dar dinero para ser bendecido por Dios o escucharla predicación de su supuesta palabra?"
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  Y lo peor es que no es la primera vez que escucho eso. Cierto día fui invitado a una iglesia Evangélica donde el pastor dijo que "Dios no quiere monedas sino billetes" y que "quienes no han dado aún el diezmo y se lo deben a la iglesia, favor apúrense a ponerse al día". Esa ocasión salí ciertamente de mal humor de ese lugar, mas sin embargo la segunda vez que me invitaron volví. 

 Y cuando volví, la cosa dejo de gustarme definitivamente: 
 
  El culto era casi que simplemente un concierto de música rock cuyo tema era Jesucristo, había mucho ruido, gente bailando por todos lados y gritando a todo pulmón las alabanzas. No me parece que eso lo preparen los pastores -quienes dicen estar en contacto con Dios- para agradar a Dios sino simplemente como un medio para atraer a la gente entreteniéndola en medio de la música y las luces, además de que, si realmente esa gente predicara y conociera lo que ellos consideran la palabra de Dios, no harían eso ya que dice en Mt 6, 6-7: Cuando quieras rezar, entra en tu aposento, echa la llave y rézale a tu Padre que está allí en lo escondido... Cuando recéis no seáis palabreros..., lo cual también demuestra la ignorancia de los creyentes. 
  
  Después del culto-concierto, empezó la predicación del pastor, quien empezó diciendo: "gracias a Dios ya tenemos aire acondicionado, pero recuerden que la luz cuesta, así que den más...",¿cómo es posible que pidan dinero así de frente y la gente no lo note?. Seguidamente, el pastor dijo que "si a algunos de ustedes no le fue bien el año pasado, es porque no le dieron lo suficiente a la iglesia, así que, si quieren que les vaya bien, denle más dinero a la iglesia...",¿y desde cuándo Dios pide dinero para ayudar o favorecer a alguien?, ¿dónde quedan la fe y las buenas obras que tanto predicó Jesús en el Evangelio?¿desde cuándo hay que dar dinero para ser bendecido por Dios o escuchar la predicación de su supuesta palabra?, ¿la Palabra de Dios y sus bendiciones no son, pues, para todos?. 

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 Ésta es la verdadera forma de darle dinero a Dios: ayudar a los necesitados.
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  No puede negarse que en la Biblia se habla de dar a Dios la décima parte de las ganancias, pero eso es en el Antiguo Testamento, que supuestamente fue derogado por Jesús a cambio de unas leyes nuevas y mejores, además ¿cómo se le da a Dios la décima parte del sueldo?. No es dando el dinero a cuanta iglesia aparezca por ahí, porque no podemos asegurar que realmente sean enviados por Dios, sino sencillamente ayudando a la gente que realmente lo necesita, a las personas que mueren de hambre todos los días en el mundo, a las personas sin hogar, a los desplazados por la guerra, a quienes sufren por no tener ni donde caerse muertos. Esa es la verdadera forma de darle el dinero a Dios, ayudar a quienes lo necesitan, porque al ayudar a un necesitado nos ayudamos a nosotros mismos, dado que todos somos parte de Dios, hijos si se quiere, y como partes de un todo que somos, al ayudar al necesitado, hacemos realmente la voluntad de Dios. 

Carlos Armando De Castro Payares (Colombia).
 
Artículo tomado de mi página web: https://es.geocities.com/grupolibrepensamiento/diosdinero.htm

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Colaboración nº. 57. Junio 2005

El diezmo: la estafa maestra de las Iglesias

Autor: Carlos Armando De Castro Payares
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El siguiente es un artículo que demuestra como es que los pastores evangélicos convencen a los pobres ignorantes y/o crédulos que los siguen para que les entreguen dinero. 

  El artículo fue escrito por el Pastor Dawlin A. Ureña y puede ser encontrado en la página web https://antesdelfin.com/diezmo.html

 
  En medio del artículo haré las correspondientes críticas basándome únicamente en la Biblia, considerada por los cristianos como la palabra de Dios, no discutiré la veracidad de la Biblia por ser esto otro tema que merece más espacio y tiempo de dedicación. 
  La letra normal corresponde al escrito del pastor y la letra entre paréntesis en negrilla corresponde a mis anotaciones: 

 ¿Qué es el diezmo?

 El Diezmo es la puerta del creyente hacia el pacto de bendición. 

  ( ¿Quiere eso decir que Dios nos pide que demos el diezmo para poder bendecirnos, y que si no lo damos no nos bendecirá? Hermosa concepción que deben de tener de Dios quienes se crean eso. ) 


  El Diezmo es una ley espiritual tan efectiva como lo son las leyes naturales. Así como la Gravedad permite que los objetos caigan al suelo si son dejados en el vacío, así el Diezmo permite al creyente recibir "medida buena, apretada, sacudida y rebosante". Lucas 6:38. 


  ( Este versículo dice "Dad, y se os dará; medida buena,...". Si uno lee los versículos anteriores se dará cuenta que Jesús no está hablando del diezmo en ningún momento. La parte de dar no necesariamente implica que sea el DIEZMO a los pastores evangélicos -que ni siquiera existían hace dos mil años- y realmente ni siquiera implica dinero, pueden ser palabras de aliento, consolaciones, buenas obras, amor, etc. Además, de acuerdo con el versículo inmediatamente anterior a lo que Jesús se puede estar refiriendo con "Dad y se os dará..." es al perdón. ) 


   El Diezmo es una Ley Espiritual que no tiene limitaciones por el paso del tiempo. Aunque se estableció en el Antiguo Testamento, esta ley hoy continua tan efectiva como siempre. 


   ( ¿Entonces por qué no son efectivas todavía las demás leyes establecidas en el Antiguo Testamento, como las que dicen que un hombre puede vender a su hija como esclava [Éxodo 21,7], que a todo el que trabaje el sábado hay que matarlo [Éxodo 35,2], que puedo poseer esclavos [Levítico 25,44], y que si quiero puedo tener varias mujeres tal y como lo hacían los patriarcas bíblicos, entre otras muchas? 
   Ahora, para quien no lo sepa, todas las leyes del Antiguo Testamento fueron dadas ÚNICAMENTE al pueblo judío, ninguna de esas leyes aplicaría realmente para nosotros que no profesamos esa fe -a menos que algún judío esté leyendo esto-. Si quiere confirmarlo, contacte a su Rabino más cercano. ) 


   ¿De dónde viene la palabra Diezmo? 
   La palabra Diezmo nace de la palabra hebrea "maaser" o "maasrah", que traduce Diezmo, o una décima parte. En el Griego la palabra que designa esta "décima parte" es "apodekatoo" y tanto en el Hebreo como en el Griego, estos términos significan el "pago o dádiva de una décima parte o porción." 
   ¿Cuál es el propósito del Diezmo? 
   Cuando damos el Diezmo a Dios de nuestros ingresos, ese acto le permite a Dios actuar en nuestro defecto y bendecirnos. La Biblia contiene numerosos recuentos de hombres dando su Diezmo a Jehová. Dios es el creador de todo lo que hay. Él lo posee todo. Nosotros somos simplemente "administradores" de sus bienes. El propósito del Diezmo es que porque Él desea que nosotros le demos un diez por ciento del 100% que Él nos da, para que nuestro corazón nunca esté concentrado en lo que Él nos ha dado, sino en el Dador. 


   ( Volvemos a lo mismo del principio: para actuar en nuestro beneficio Dios nos pide que demos el diezmo. Es más, aquí el pastor afirma que al dar el diezmo permitimos a Dios bendecirnos, lo cual en el fondo quiere decir que si no damos el diezmo Dios NO PUEDE bendecirnos, ¿en dónde queda entonces la tanto proclamada omnipotencia de Dios? Ahora, si Dios es el creador de todo lo que hay y lo posee todo, ¿qué diablos le importa que uno le dé o no plata al pastor? El pastor llega al colmo de afirmar que Dios desea que le demos el 10% de lo que supuestamente Él nos da, ¿de dónde saca el pastor esa afirmación?¿Acaso el pastor conoce los deseos de Dios?¿Y por qué no hace Dios directamente una "retención en la fuente"? Parece que se le olvida al pastor el viejo dicho "el que da y quita..." ) 


   Cristo claramente estableció la razón del Diezmo y de nuestras ofrendas a Dios: "Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón". Mateo 6:21. 


   ( Para entender bien lo que este versículo quiere decir hay que leer los versículos anteriores: "19 No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. 20 Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. 21 Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.". Es claro que cuando Jesús se refiere a "amontonar tesoros en el cielo" quiere decir amontonar buenas obras y esas cosas por el estilo, no a que hay que darle dinero a las iglesias o a los pastores, cosa que no dice explícitamente o da a entender en ninguno de los versículos subyacentes. Además, recuerden que las iglesias se encuentran aquí en la tierra donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Ahora, si usted quiere seguir al pie de la letra Mateo 6,20 entonces ponga todos sus tesoros en un avión, y así los tendrá en el cielo. ) 


   ¿No es el Diezmo solamente para los tiempos del Antiguo Testamento? 
    Es cierto que así como el Sábado, el Diezmo no puede totalmente justificarse basándose en el Nuevo Testamento. Sin embargo, el hecho de que el Cristianismo haya dejado de guardar el último día de la semana, el Sábado, no significa que hayamos dejado de separar un día específico para la adoración y la entrega total a la adoración de nuestro Creador. Nuestro Sábado es el Domingo, lo cual da continuidad a la ley espiritual del Día Santo. El Sábado fue un principio espiritual que determinaba el deseo de Dios de que el hombre separara un día de la semana para entregarse total a Dios. Hoy usamos el Domingo para, NO SOLAMENTE ADORAR AL PADRE, SINO PARA TAMBIÉN CELEBRAR LA VICTORIA DE SU HIJO SOBRE LA MUERTE. El Sábado es un principio espiritual establecido mientras la Creación exista. De la misma forma, aunque el Diezmo fue establecido, tal y como lo fue el Sábado, durante los tiempos del Antiguo Testamento, continúa siendo efectivo hoy día. 


   ( Bueno, varias veces he escuchado que el Antiguo Testamento ya no vale porque con el Nuevo Testamento hay una nueva alianza y nuevas leyes, lo cual implica que la ley del diezmo ya no valdría, ¿entonces por qué nos siguen dando leyes venidas del AT? Además, decir que el Domingo es nuestro Sábado es simplemente errado, el Sábado es el Sábado y el que trabaje ese día debe morir [Éxodo 35,2]. Si los pastores nos dicen que el diezmo es válido a pesar de ser del Antiguo Testamento, entonces deben aceptar que todas las demás leyes dadas en el Antiguo Testamento, tales como las mencionadas anteriormente son válidas por ser la ley de Dios y punto. Por lo visto los pastores consideran válidas solamente las leyes que les convienen y ya. ) 

   La Biblia nos establece el siguiente axioma espiritual: "Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación… Porque yo Jehová no cambio" Santiago 1:17 y Malaquías 3:8 

   ( Si Dios no cambia, ¿por qué cambió las leyes que había dado anteriormente en el Antiguo Testamento, cosa que dicen siempre los cristianos -todos-? ) 

   Si usted ha confiado en el Dios que en Génesis 3:15, hace unos 6,000 años, prometió que un día enviaría un Salvador, y lo hizo, usted debe también confiar en que así como Él, 6,000 años más tarde cumplió su palabra, así hoy cumpla su palabra cuando le promete lo siguiente: 
   "Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto dice el Señor Todopoderoso, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde." Malaquías 3:10 
   Si usted da el Diezmo que corresponde al Señor, ¡Él no tiene alternativa que bendecirle! De hecho, esta es la única vez en toda la Biblia donde el Señor nos reta a probarlo. ¿Desea aceptar el reto? 


   ( De hecho en Génesis 3,15 Dios no promete la venida de ningún Salvador: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.", otra cosa es que cualquiera interpreta la Biblia como le venga en gana. Cuando en Malaquías 3,10 se habla de dar los diezmos al templo hay que situarse en el contexto histórico en el cual fue escrito ese versículo: al templo al cual se refiere es al Templo de Jerusalem, del cual por cierto hoy en día solo queda un muro. 
   Otra cosa, el pastor afirma que si damos el diezmo Dios no tendrá más alternativa que bendecirnos, ¡qué lindo un Dios Todopoderoso sujeto a lo que haga o dé una de sus creaciones! ) 

   ¿Pecamos cuando no traemos el Diezmo al Señor? 
   En el Nuevo Testamento no está claramente establecido que no traer el Diezmo es pecado. Basándonos en la ilustración proporcionada por Jesús en Marcos 12 podemos ver que si usted no da el Diezmo porque en realidad no tiene ningún ingreso, usted no está pecando. Pero… ¿No se moriría de hambre usted si en realidad no tuviera totalmente nada que dar? En el caso de la anciana de Marcos 12, su indigencia era total, pero en medio de la pobreza más terrible, tomó todo lo que tenía y lo dio. ¿Acaso no lo dio con la esperanza de que Dios honraría su palabra y le daría de regreso bendiciones? ¡Esa fue la promesa hecha por el mismo Dios! 

   ( Leáse Marcos 12. ¿Ayudó o bendijo Jesús a la anciana que entregó todo lo que tenía?: no. Y Jesús debió haberlo hecho, porque según lo que creen los cristianos Jesús es Dios, por lo cual, según lo que dijo más arriba el pastor Ureña, Jesús estaba obligado a ayudarla y bendecirla. ) 


   Pues en nuestro caso, nosotros que hoy vivimos en tal abundancia, ¿Acaso podríamos alegar que no tenemos nada qué dar? 
   ¡No! Si en su corazón está la actitud de cumplir con la ley de "dar y recibir" establecida en Lucas 6:38 ("Da y se te os dará"), el Señor ciertamente cumplirá con su parte del pacto. 


   ( Sobre el versículo de Lucas 6,38 ya hablé arriba, así que repetirlo sería una pérdida de tiempo. ) 


   El pecado consistiría en no dar, cuando en efecto tenemos. El pecado consistiría en colocar nuestra confianza y esperanza a la "basura" de este mundo en vez de en la Palabra y Promesas de nuestro Dios. 


   ( Acepto parte de la frase anterior, el verdadero pecado -léase estupidez- es colocar nuestra confianza y esperanza a la "basura" que conforman la cantidad de iglesias y pastores que pululan actualmente por el mundo viviendo a costa de los fieles que creen en toda la cantidad de incoherencias y amenazas que proclaman a diestra y siniestra, y que dan el diezmo y ofrendas creyendo en las promesas de bendición que dan los líderes religiosos. ) 


   Las estadísticas muestran que en Estados Unidos solamente un 20% de los cristianos diezman. El otro 80% queda sujeto a la siguiente reprensión: 
   "¿Acaso roba el hombre a Dios? ¡Ustedes me están robando! Y todavía preguntan: ¿En qué te robamos? 'En los diezmos y en las ofrendas. Ustedes la nación entera están bajo gran maldición, pues es a mí a quien están robando. Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto dice el Señor Todopoderoso, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde." Malaquías 3:8-10 
   Yo soy hispano. Miembro del Cuerpo de Cristo. Soy parte de la porción hispana de la Iglesia de Cristo. Pero… una de las deficiencias más mugrientas que tiene mi porción de la Iglesia Universal, la Hispana, es que "le robamos" al Señor (sic). Yo conozco iglesias donde los ingresos brutos de sus miembros sobrepasan los 200,000 pesos. Sin embargo, al Pastor no se le paga lo suficiente para mantener dignamente a su familia. ¿Por qué? 
   Porque los ingresos recibidos por la iglesia no suman los 6,000 pesos. ¿Qué significa esto? Que los miembros le están "robando" al Señor. 


   ( Me quedo perplejo cuando leo lo anterior. Ahí se demuestra hasta que punto son de descarados los pastores a la hora de pedir dinero para seguir viviendo bien a costa de quienes les hacen caso. Si al pastor no se le paga lo suficiente para mantener a su familia entonces que consiga un trabajo honrado y se gane el sustento, tal como hacen los Imanes musulmanes que se encargan del cuidado de la mezquita pero que trabajan para sostenerse económicamente. ) 


   Yo soy de los que creen que la Iglesia Hispana no saldrá nunca de la pobreza donde está sumida hasta que nos detengamos de "robar" al Señor su Diezmo. Ese es un principio espiritual que la Iglesia Hispana no ejercita como debería. Los cristianos que no entran en este pacto con Dios no necesariamente pierden su salvación, ¡NO! Pero no son más que pordioseros cuyo tesoro está en las cosas materiales, en vez de en las promesas de Johová Jireh: El Proveedor. 


   ( ¿Se le olvida al pastor Ureña que Jesús predicó la humildad y la pobreza? Si la iglesia es pobre entonces que siga así, porque así es como cumple realmente con el mensaje del Evangelio. Además, ¿no dice él mismo que tener un tesoro de cosas materiales es ser un pordiosero?¿Entonces por qué le molesta que la iglesia sea pobre? La razón es clara, los pastores como Ureña y muchos otros líderes religiosos no hacen lo que predican y quieren vivir bien engañando a otros, son solamente estafadores. Recuerden Mateo 6,24: "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero." ) 


 ¿Para qué usa las Iglesia el Diezmo y las ofrendas? 
 
 Para pago del sueldo del pastor y otros obreros de la Palabra. 
 Para pago de renta, utilidades, materiales, etc. 
 Para enviar misioneros a las naciones 
 Para proveer ayuda a los necesitados en la comunidad 
 Para comprar materiales para la educación de sus miembros: Biblias, libros, guías, etc. 
 Para construcción de nuevas obras que amplíen el alcance del Evangelio. 
 Para ayudar a los obreros, predicadores, visitantes, etc. que visitan el templo para bendecir al Pueblo de Dios con el estudio de la Palabra, etc. 

   ( Si realmente es Dios quien estableció la Iglesia y quien está en comunicación con el pastor, entonces que sea Dios quien los mantenga y les dé lo necesario para extender Su palabra, ya que la misma Biblia lo dice [Mateo 6,30-33]: "30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? 31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura." ) 


   ¿Cuán frecuentemente debe darse el Diezmo? 
   Debido a que el Diezmo es la décima parte de todos sus ingresos, usted debe separar una décima parte de todos sus ingresos y traerlo al templo. Si usted cobra semanalmente, separe el Diezmo semanalmente y deposítelo la próxima vez que vaya al templo a adorar. Si usted cobra quincenalmente, o mensualmente, lo mismo aplica.


 ( ¡! ) 


   ¿Qué significado tiene el Diezmo para el Señor? 
   La Biblia nos hace una comparación magnífica que nos ilustra el significado del Diezmo para el Señor: 
   "En el caso de los levitas (en el mundo físico), los diezmos los reciben hombres mortales; en el otro caso (en el mundo espiritual), los recibe Melquisedec (tipo de Cristo), de quien se da testimonio de que vive." Hebreos 7:8 
   Esto significa que los sacerdotes levitas, quienes son simples hombres sujetos a la muerte, reciben el diezmo y las ofrendas, pero como de la muerte de Melquisedec nunca se hizo mención, de aquí se desprende que Melquisedec es un tipo de Cristo, quien vive para siempre, y que por tanto, es quien, en el mundo espiritual, recibe los diezmos en realidad. 


   ( Pregunta: ¿es el pastor o alguno de los tantos líderes religiosos que hay ahora un levita? Si la respuesta es no, entonces no tienen ninguna base bíblica para pedir el diezmo. ) 

   El Diezmo es y continuará siendo una ley espiritual efectiva, ¡la practique usted o no! 


   ( Gracias, pero prefiero optar por la segunda opción. ) 


 Artículos complementarios: 
 A Dios lo que es Dios... 
 La ignorancia de los creyentes. 
 Con respecto a algunas leyes bíblicas. 
 
   Este artículo y los complementarios los pueden encontrar en mi página web:

 https://es.geocities.com/grupolibrepensamiento/index.htm

  
 Carlos Armando De Castro Payares
(Colombia)

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Manual para desenmascarar pastores evangélicos. Los Timos de las ofrendas y el diezmo